top of page
  • Foto del escritorAleksa

EL MAGO DE OZ


EXTRAIDO DEL LIBRO

"MAGIA EN MOVIMIENTO " de Toni Arias

A comienzos de los años 70, el productor

idea de crear un especial de televisión basado en el clásico de L. Frank Baum, El

maravilloso Mago de Oz, de 1900. Lo novedoso de la historia era que todo el reparto lo conformarían actores de raza negra. Su elenco contaría con Melba Moore como Dorothy, Flip Wilson como Espan-tapájaros, Godfrey Cambridge como León y Bill Cosby como Hombre de Hojalata. El proyecto no se llevó a cabo, pero dejó un germen que se materializó en 1974 en forma de musical de Broadway. The Wiz: The Super Soul Musical "Wonderful Wizard Of Oz" contaba con música y letras de Charlie Smalls, un libreto de William F. Brown, y estaba ambientada en un escenario urbano en el contexto de la cultura afroamericana.

Las primeras semanas en cartel no fueron especialmente buenas en taquilla, así que optaron por hacer una campaña publicitaria en televisión, algo que sólo se había utilizado antes con el musical Pippin (1972). Tras las emisiones del segmento de Ease On Down The Road, el público empezó a llenar el teatro. La crítica, sin embargo, no tuvo piedad:

«La forma más rápida para comenzar un disturbio racial, además de bombardear la Casa Blanca, es que alguien estropee un clásico americano como El Mago de Oz», publicó el New York Times. La campaña publicitaria y el boca a boca proporcionó al musical una vida de cuatro años con más de 1600 representaciones. Por si fuese poco reconocimiento, el musical se llevó siete Premios Tony.

Motown Productions, que tras sus primeros éxitos en la gran pantalla había seguido trabajando en películas con éxito moderado, adquirió los derechos del musical. El productor de la casa, Rob Cohen, buscaba a una joven desconocida para protagonizar una película con un presupuesto modesto.

A excepción de John Badham, que acababa de dar la campanada dirigiendo “Fiebre del sábado noche”. (Saturday Night Fever, 1977), Cohen no consiguió atraer a otros grandes nombres para la producción.

Todo cambió con una llamada de teléfono. Cuando Diana Ross supo del proyecto, se puso en contacto con Berry Gordy y le pidió el papel protagonista. A él, que había pensado en ofrecérselo a la Dorothy de Broadway, Stephanie Mills, le pareció una pésima idea.

En el libro la protagonista era una niña, y en la película de 1939 había sido interpretada por una adolescente Judy Garland. Diana estaba a punto de cumplir 33 años y Gordy la rechazó para el papel. En su defensa, la diva argumentó que se trataba de un personaje atemporal y que el mensaje de la película podía funcionar con independencia de la edad de la protagonista. Gordy cedió a regañadientes y pasó la pelota al tejado de Cohen, que también mostró recelo ante la elección, pero sabiendo que ya tenía un nombre con el que conseguir financiación, levantó su pulgar. Con la cantante y actriz a bordo, Universal MCA

accedió a financiar la película.

Badham fue el único que no claudicó ante Diana, y su negativa le costó el trabajo. Su sustituto fue Sidney Lumet, con una ficha llena de éxitos: venía de dirigir a un joven Al Pacino en Serpico (1973) y Tarde de perros (Dog Day Afternoon, 1975), así como a Lauren Bacall, Ingrid Bergman, Jacqueline Bisset y Sean Connery en Asesinato en el Orient Express (Murder on the Orient Express, 1974). Su trabajo, si bien era brillante desde el punto de vista cinematográfico, tocaba temas oscuros, claustrofóbicos, políticos. A priori, su visión de un musical resultaba imprevisible. La entrada de Diana hizo que, de una modesta idea original, se pasara a una superproducción. Con esa perspectiva, colocar al mando a Lumet tenía otro aliciente; su reputación de acabar el trabajo a tiempo y por debajo del presupuesto. Para cerrar el círculo, Lumet era por entonces yerno de Lena Horne, la actriz elegida para el papel de Glinda, la bruja buena del sur. Joel Schumacher, años antes de lanzarse a la dirección, firmaría el guion.

El resto del elenco de El Mago, incluía una mezcla de los actores que interpretaban el musical de Broadway (Ted Ross, que interpretaba al León cobarde, y Mabel King, que era Evillene, la bruja mala del oeste) y los actores Nipsey Russell (que reemplazó en el último minuto a Ben Vereen) como Hombre de Hojalata, y Richard Pryor como El Mago. El papel que generó más interés desde un comienzo fue el del Espantapájaros. Lumet había pensado en Jimmie "J. J." Walker, actor de la serie Good Times, pero Cohen, que tenía en mente a un cantante y bailarín, pensó que era el momento de hacer una audición con Michael Jackson, que por entonces contaba con 18 años. El cantante vivía ya ajeno a Motown, pero no guardaba rencor a Berry Gordy y poseía un talón de Aquiles: nunca se negaría a una petición de Diana Ross.

Para Lumet, Michael no era más que «un cantante que actuaba en Las Vegas», pero tras ver su prueba supo que había encontrado a su actor:

«Este chico es tan dulce! ¡Es tan puro! Le quiero como Espantapájaros».

El último obstáculo en el camino era Joseph Jackson, que no quería ver cómo uno de sus hijos se adelantaba en protagonismo al resto. El cheque de 100.000 dólares que Cohen firmó para Joseph le distrajo de la preocupación y dio luz verde al proyecto.

Con el elenco decidido, el equipo técnico se complementó con la elección de Stan Winston como encargado de maquillaje y efectos especiales. Junto con el diseño de maquillaje para el Espantapájaros, el León y el Hombre de Hojalata, Winston concibió movimientos faciales para los monos voladores de la película, extrapolando su propio trabajo en el telefilm Pinocho (Pinocchio, 1976) y el que el maquillador Stuart Freeborn había diseñado para la película de Stanley Kubrick 2001, una odisea del espacio (2001: A Space Odyssey, 1968).

Cerrando los créditos, y a cargo de la banda sonora de El Mago, se contó con el músico Quincy Jones. Éste no las tenía todas consigo.

Del musical de Broadway sólo le gustaban tres canciones: Home, Brand New Day y el enorme tema funky Ease On Down The Road.

Accedió porque estaba en deuda con Lumet, que le había contratado para la ambientación musical de varias de sus películas: «Sentía que le debía más de una. Le debía mucho».

Aficionado a los clásicos y los musicales, Michael no era ajeno a la historia: «Recuerdo que, cuando era muchacho, El Mago de Oz se ponía en televisión una vez al año y siempre un domingo por la noche.

Los muchachos de hoy no pueden imaginarse lo grande que era aquel acontecimiento para nosotros», contaba en su autobiografía. También había asistido a menudo al musical de Broadway: «Juro que lo vi seis o siete veces». Michael se hizo muy amigo, o algo más según algunos, de la estrella del espectáculo, Stephanie Mills. Para él, cuya ambición fue siempre llegar a la mayor parte de público posible, los musicales en directo suponían una especie de desperdicio de talento, ya que sólo podían disfrutarlo aquellos que asistían físicamente al teatro. Una vez acabada la representación, todo se había desvanecido en el pasado.

«Me pone triste pensar en aquellos grandes actores que han realizado papeles que daríamos cualquier cosa por ver, pero que se han perdido para nosotros porque o no pudieron ser registrados o simplemente no lo fueron». Esta idea rondó la cabeza de Michael hasta el final de sus días. «Cuando haces una película estás captando algo impalpable y estás parando el tiempo. Las personas, sus representaciones, la historia, se convierten en una cosa que puede ser compartida por gente de todo el mundo durante generaciones y generaciones. ;Imaginaos no haber visto nunca Capitanes intrépidos o Matar a un ruiseñor!».

La historia de El Mago retorcería la novela de Baum hasta sus cimientos. Un extraño y colorido barrio de Harlem ocuparía el lugar de Kansas, mientras que Oz estaría situado unas calles más abajo, en el corazón de Manhattan. Todo quedaba en la Gran Manzana. Los exteriores de lujo fueron filmados por toda la ciudad: el Lincoln Center, Broadway, Astor Place, Coney Island, el viejo pabellón que se usó en la Exposición Mundial de 1964, y ambos estadios, el Shea y el de los Yankees. Las escenas que tienen lugar en el metro fueron grabadas en la estación Hoyt-Schermerhorn. Michael regresaría allí años después para convertirla en el escenario de su videoclip Bad.

La filmación comenzó con un número de baile nocturno en la plaza del World Trade Center, transformada en Ciudad Esmeralda.

«¡Los bailarines pasaron muchísimo frío! ¡Estaba helando! El cambio de colores de rojo a verde y dorado fue la parte más dura. Todos los bailarines tenían que cambiarse de ropa y cada una de las bombillas se pintaba a mano con un color distinto, las 37.000! Recuerdo ver a los bailarines y sentirlo por ellos. ;Podías escuchar como les castañeteaban los dientes!», contaba Michael a la revista Black Echoes. En la escena, Quincy Jones hace un cameo tocando el piano. Una de las bailarinas era una desconocida Iman, que coprotagonizaría años después el vídeo clip de Remember The Time junto a Eddie Murphy y a Michael, y entre los chicos se encontraba Philip Michael Thomas, el futuro Tubbs en la serie Corrupción en Miami (Miami Vice, Anthony Yerkovich, Andres

Carranza, 1984-1990). Para cuando acabaron de filmar esta escena, ya se había dilapidado todo el presupuesto inicial estimado para la película.

Gracias a los contactos de Cohen en el mundo de la moda, los trajes de los bailarines fueron diseñados por iconos como Ralph Lauren, Óscar de la Renta, Bill Blass y Norma Kamali. La secuencia fue la más cara jamás filmada en el World

Trade Center.

Los interiores se grabaron en los estudios Astoria, en el distrito de Queens. Construidos en 1920, albergaron en su momento buena parte de las producciones de Paramount Pictures. Las dos primeras películas de los hermanos

Marx, la primera película sonora de Sherlock Holmes o todas las películas de Carlos Gardel fueron filmadas en los Astoria. Tras d comienzo de la Segunda Guerra Mundial, la división cinematográfica del Ejército los recuperó para filmar cintas de adoctrinamiento y vídeos para las tropas. Con el negocio cada vez más centralizado en la Costa Oeste, el estudio cayó en desuso hasta que, en 1977, fue recuperado para El Mago.

El personaje principal también sufrió una transformación que justificase la edad de Diana Ross. La nueva Dorothy pasaba a ser una profesora de jardín de infancia que nunca se había aventurado más allá del sur de la calle 125 en Harlem.

Para complicar más las cosas, el guion se vio fuertemente influenciado por la filosofía del autor y gurú Werner Erhard. Diana había estado asistiendo a los seminarios de entrenamiento mental de Erhard, cuyo ámbito era la creación de modelos transformacionales y aplicaciones para el cambio individual y social, y quería reflejar esas ideas de superación personal en los personajes de la película. El discurso final de Glinda y la canción Believe In Yourself destilaban conceptos de Erhard. «Yo odiaba el guion. Pero era difícil discutir porque ella reconocía ahí todas las ideas en que había estado trabajando durante los seminarios», se lamentaba Cohen.

Michael, decidido a dar el 100% con su interpretación, empezó a prepararse el papel estudiando los movimientos de las gacelas, los guepardos y las panteras para dotar de elegancia los gestos de un personaje tan ligero de peso. También pidió consejos a Sidney Poitier, como había hecho con Ryan O'Neal. Finalmente buscó inspiración en uno de sus ídolos, Charles Chaplin: «Yo quería algo de la calidad de sus personajes en mi Espantapájaros. Me gustaba todo en el vestuario, desde el retorcido de las piernas hasta la nariz de tomate y la peluca de espantajo».

El coreógrafo Louis Johnson así lo atestigua: «Había visto a

Charlie Chaplin. Era además un gran fan de Fred Astaire y Gene Kelly, así que le dejé utilizarlo... Me preguntó '¿Podría hacer esto?', y luego lo mejoraba». El traje de Espantapájaros era incómodo para bailar, sobre todo por los zapatones, y además le hacía pasar mucho calor bajo los focos, pero hizo que todo funcionase a la perfección. Tanto que acabó avergonzando al resto de actores. «Yo no podía imaginarme lo que iba mal hasta que Diana me llevó aparte y me dijo que le estaba creando un problema. Yo me quedé mirándole fijamente. ¿Poniendo en un aprieto a Diana Ross? ¿Yo? Ella me dijo que sabía que yo no era consciente de ello, pero que estaba aprendiendo los bailes con demasiada rapidez. Era embarazoso para ella y para los demás, que simplemente no podían aprender los pasos en cuanto se los veían hacer al coreógrafo. Dijo que él nos enseñaba algo y que yo salía y lo hacía.

Cuando él les pedía a los otros que lo hicieran, a estos les tomaba más tiempo aprenderlo».

Otro asunto que llamaba la atención de sus compañeros era su paciencia durante las tediosas sesiones de maquillaje. Michael, abrumado por sus problemas de acné, veía el lado positivo de actuar tras una máscara: «Hacerlo ocupaba cinco horas, seis días a la semana (...).

La otra gente a la que se maquillaba estaba sorprendida de que no me importase sentarme allí haciendo esto durante períodos de tiempo tan largos. A ellos no les gustaba, pero yo disfrutaba teniendo la pasta sobre mi cara. Cuando estaba transformado en Espantapájaros era la cosa más maravillosa del mundo. Conseguía ser otra persona y escapar de mi identidad».

:Ávido por aprender, memorizó las coreografías de todos los protagonistas, todos los diálogos y la letra de todas las canciones de la película. Su actitud infantil chocaba frontalmente con su larga lista de prodigios. Quincy Jones, que según Cohen «observaba a Michael igual que un jaguar observa a una cabra», estaba acostumbrado a trabajar con artistas de la talla de Ella Fitzgerald, Frank Sinatra, Ray Charles o Duke Ellington, y supo olfatear el talento que tenía delante.

«Con diecinueve años tenía la sabiduría de un hombre de sesenta y el entusiasmo de un niño. Era un chico realmente tímido y guapo que escondía su increíble inteligencia tras pequeñas sonrisas. Pero bajo esa timidez exterior había un artista con un ardiente deseo de perfección y una ambición sin límites para llegar a ser el mayor artista del mundo, no nos equivoquemos», escribía Jones en su autobiografía.

Michael y Quincy Jones habían coincidido unos años antes en casa del cantante y actor Sammy Davis Jr., pero su primera interactua-ción tuvo lugar en el plató de El Mago. La palabra clave fue "Sócrates".

Michael tenía que pronunciar el nombre del filósofo griego tras extraer una de sus citas de entre la paja que rellenaba su traje. «Yo había leído la palabra Sócrates pero no la había pronunciado nunca, de modo que dije 'Socreites', porque entendí que ésta era la forma en que se pronunciaba en inglés», explicaba Michael: «Hubo un momento de silencio antes de que pudiese escuchar a alguien que susurraba 'Socrétis?. Miré hacia aquel hombre al que recordaba vagamente». El productor se presentó, «Soy Quincy Jones. Estoy escribiendo las partituras». Según Michael, Jones aprovechó el momento para lanzar su candidatura:

«Me gustaría probar a producir tu próximo disco».

A lo largo de los tres meses de rodaje, varias personalidades se acercaron a los estudios. La viuda de Martin Luther King o el alcalde de la ciudad, Edward Koch, se dejaron ver por los escenarios. Katherine Jackson, la madre de Michael, pasó un mal rato cuando presenció cómo acercaban una motosierra al cuerpo de su hijo para una de las escenas. A pesar de que él mismo le explicó que el efecto se grabaría con un muñeco, cada vez que se reanudaba la toma pedía que parasen.

Finalmente tuvo que ser acompañada fuera del plató para poder llevar a cabo la filmación.

Diana Ross sí sufrió un accidente que la dejó temporalmente ciega. Ocurrió cuando se expuso al carión de luz láser que salla de la cabeza del Mago. Fue llevada un hospital, y durante los dos días que estuvo de baja, su hermana Rita fue utilizada para ciertas escenas en las que aparecía de espaldas.

Para relajar los ánimos tras los duros días de rodaje, los jóvenes actores disfrutaban de la noche neoyorquina, especialmente en la discoteca Studio 54. Por allí se dejaban ver personajes como Andy Warhol, Mick Jagger, Cary Grant o Brooke Shields. Cohen, que acompanó a Michael por primera vez, recordaba cómo su forma de bailar dejaba boquiabierto al público de la sala: «La parte gay de la pista se quedaba parada. Y la parte hetero se quedaba parada».

Originalmente, la 20th Century Fox iba a respaldar la financiación de la película, pero se echaron atrás. Universal, con la certeza de que tenían un gran éxito entre las manos, no estableció un presupuesto cerrado para la película. Finalmente acabó costando 24 millones de dólares, convirtiéndose en el musical más caro jamás filmado hasta la fecha.

El Mago se estrenó en los Loews Astor Plaza de Nueva York y la crítica fue despiadada. «Demasiado terrorífica para niños y demasiado tonta para adultos». Algunas cadenas de cines con salas en vecindarios de población blanca se negaron a proyectarla por miedo a asustar a sus clientes. Pocas películas se salvaban de ser calificadas como películas de negros para negros" o "de blancos para blancos". Las noches rojas de Harlem (Shaft, Gordon Parks, 1971) había superado esa barrera, pero no era la tónica general. Cohen se lamentaba: «Con lo grande y espectacular que es como musical, nunca tuvimos una distribución de la película en los cines realmente sólida».

Para muchos el principal problema había que buscarlo en la elección de Diana Ross tal y como Badham había predicho. Su actuación fue calificada de neurótica e incómoda de ver. Michael y Diana desprendían una química encomiable, pero el papel de ella se asemejaba más a su personaje de Billie Holiday que al de la inocente Judy Garland. Por si fuese poco, Gail Jones, hija de Lena Horne y mujer del director Lumet, le pidió el divorcio en pleno rodaje. El diseñador de producción Tony Walton notó cómo el usualmente exuberante Lumet se acabó apagando y proyectando su pesar sobre los actores

«Todo el mundo tuvo una escena de llanto, el León lloró, y también Diana Ross y el Hombre de Hojalata. Ninguna de estas escenas estaba en el guion».

El único que salió bien parado fue Michael. La crítica se apresuró a destacar que su papel había ensombrecido al de su compañera y que aportaba los momentos más brillantes de la cinta. Su interpretación de la canción You Cant Win mostró que ya no estábamos ante el pequeño de los Jackson 5. Su torrente de voz adulta traspasaba la pantalla directamente al corazón de los espectadores.

MCA Records publicó la banda sonora en un doble vinilo que incluía un libreto y un póster de la película. Las canciones fueron regra-badas en estudio por los artistas en lugar de usar las de la película. Este disco marca la primera colaboración de Quincy Jones con Michael.

El tema Ease On Down The Road fue extraído como single y tuvo más éxito que la propia película, llegando a recibir un disco de oro en Estados Unidos. A Brand New Day tuvo un inesperado éxito en los Países Bajos, donde alcanzó el número uno.

Michael aparece en los temas You Can't Win, Ease On Down The

Road, y muy brevemente en Be A Lion y A Brand New Day.

La oferta que le había hecho Jones le seguía rondando la cabeza y la compartió con sus mánager, Freddie DeMann y Ron Weisner.

Ambos se lo desaconsejaron. En pleno reinado de la música disco, Michael no necesitaba un productor tan inclinado hacia el jazz. Tras darle muchas vueltas, una noche, durante la post-producción de la cinta, llamó al productor y charlaron durante 45 minutos. La mayor parte del tiempo fue un monólogo de Jones. Le habló de los nuevos equipos de estudio, los nuevos sintetizadores, la tomas en bruto de El Mago, su opinión acerca de La guerra de las galaxias (Star Wars, George Lucas, 1977), el concierto que acababa de ver de los Rolling Stones...

Cuando Michael tomó la palabra, Jones supo que había llegado su momento. «Escucho cosas en mi cabeza», dijo Michael. «Puedo reproducir los sonidos con mi boca, eso puedo hacerlo». Jones se ofreció a extraer aquellos pasajes sonoros: «Hay un instrumento que puede hacer los sonidos que quieres. Puedo escribirlo todo en papel». Era la forma de componer de Michael, se sentaba con los músicos y les dictaba con precisión los sonidos que quería que interpretaran. «Es frustrante. En mi cabeza, (la canción) está completa, pero tengo que trasplantarla a la cinta. Es como decía Hitchcock, La película está acabada. Pero todavía tenía que comenzar a dirigirla. Con una canción es lo mismo.

La ves en su totalidad y luego tienes que ejecutarla».

La Academia otorgó a El Mago cuatro nominaciones al Oscar:

Dirección Artística, Vestuario, Música Original y Fotografía, aunque no consiguió ninguna estatuilla.

En los Image Awards, los premios afroamericanos entregados por la NAACP, El Mago fue elegida como mejor película del año y Michael como mejor actor.

Para Sidney Lumet, el reconocimiento se quedó corto: «Michael

Jackson es el artista con más talento que ha aparecido en escena desde James Dean. Es un actor y bailarín brillante. Probablemente, uno de los artistas más excepcionales con los que he trabajado. Su talento

es impresionante».

La recaudación en las salas fue de unos decepcionantes 13.6 millones de dólares, lo que llevó a considerarla un gran fracaso comercial. El hecho de que CBS hubiese pagado por anticipado 10 millones de dólares por los derechos de emisión en televisión hizo que el golpe no fuese tan duro. Tras El Mago, Hollywood se alejó durante un tiempo de "películas negras" con altos presupuestos. No volvieron a arriesgar hasta Ragtime (Milos Forman, 1981) y Cotton Club (The Cotton Club, Francis Ford Coppola, 1984).

Revisionada con el tiempo, El Mago ha comenzado a resurgir de sus cenizas en los últimos años. En 2003, la revista Entertainment Weekly la colocó en el número 28 de los 50 mejores clásicos de culto.

Algunos críticos la han calificado de deliciosa, aunque con momentos desastrosos. Cuarenta años después de su estreno en Broadway, la cadena NBC recreó el musical con una producción en directo a cargo de un grupo creativo que incluía al equipo de Cirque du Soleil. The Wiz Live! contó con los cantantes Shanice Williams (Dorothy), Ne-Yo (Hombre de Hojalata), Mary J. Blige (Evillene, la bruja malvada del oeste), Queen Latifah (El Mago), así como Stephanie Mills, la Dorothy de original de Broadway, en el papel de Tía Em. El papel de Espantapájaros recayó en el actor Elijah Kelley.

De izquierda a derecha, Ted Ross (el León), Michael Jackson (el Espantapájaros), Diana Ross (Dorothy) y Nipsey Russell (el Hombre de Hojalata)

14 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo

Comments


bottom of page